Plaza de San Juan

Es uno de los núcleos fundacionales de la Ciudad. De un simple vistazo alrededor de la plaza, podemos comprobar la evolución de la tipología de las viviendas del casco antiguo de Arucas, con edificaciones construidas en los siglos XVII, XVIII, XIX y XX. Este conjunto arquitectónico alcanza su máximo esplendor con la fachada principal de la Iglesia de San Juan Bautista.
La Plaza de San Juan se podría definir como el conjunto arquitectónico de mayor valor social e histórico de Arucas. En tan poco espacio se concentran una serie de edificaciones de arquitectura doméstica y religiosa que datan desde el siglo XVII hasta nuestros días, permitiendo al visitante observar de un simple vistazo la evolución de la arquitectura doméstica en las edificaciones de la antigua Villa de Arucas, como son la Casa Parroquial, la Casa de Barbosa, la Casa de Rafael Ponce de Armas y la Casa Granado Marrero .
Situada a los pies de la fachada principal de la Iglesia de San Juan Bautista, denominada popularmente como "La Catedral de Arucas", su configuración data del siglo XVII, representando el centro urbano de la Villa de Arucas en aquella época que se prolongó hasta el último cuarto del siglo XIX. La Plaza de San Juan fue testigo durante muchos años de las transacciones comerciales de los aruquenses, además de contemplar el transcurrir de la vida cotidiana de los habitantes locales.
Esta Plaza ha sufrido numerosas modificaciones durante su historia, ya que en un principio poseía el piso de tierra, aunque a mediados del siglo XIX se construyó en su parte central y de un extremo a otro, una amplia acera de losas de cantería. En 1901 se la dotó de pilares pétreos, vallado de hierro y escaleras de acceso, salvando el desnivel del terreno. También se procedió a enlosar la totalidad de su superficie, llegando de esta manera hasta principios de los años 90, donde finalmente adquirió su actual aspecto con el suelo de la famosa piedra azul de las canterías locales. El alumbrado eléctrico se instaló en 1914 y en 1928 se eliminan los enormes laureles de su interior para dejar una visión más libre del espectacular templo que por aquel entonces se encontraba en proceso de construcción.